Trastornos de la conducta alimentaria

El paradigma actual como promotor de los trastornos de la conducta alimentaria

Para entender la masividad que en los últimos años han alcanzado los trastornos de la alimentación, es importante analizar la sociedad en la que vivimos. 

Con la crisis del modelo industrial y el surgimiento de la sociedad neoliberal, en la Argentina comienza a emerger la idea de una nueva sociedad de consumo, que hasta el día de hoy nos rodea completamente. Esta es impulsada por el juego mercantil y sus exigencias, potenciadas por los medios masivos de comunicación. Así se generan necesidades que al fin y al cabo son inexistentes, y que promueven una sociedad de consumo.

Para que este accionar sea efectivo se utilizan ciertas estrategias de publicidad. Allí es donde el marketing entra en juego. La moda y las tendencias se transforman en una meta, un objetivo el cual hay que cumplir para alcanzar el éxito social. Se fomenta un ideal de belleza y un estereotipo de cuerpo perfecto en donde, de no ser alcanzado, la misma sociedad construye una barrera de aislamiento hacia la persona que no cumpla con lo establecido por la moda. 

Así surgen los denominados Trastornos de la Conducta Alimentaria, debido a la obsesión por pertenecer a los círculos sociales, de obtener éxito económico, independencia y realización personal, a costa de la calidad en la salud de cada individuo. 

Quienes se enferman suelen ser mujeres en edad adolescente, resultando vulnerables ante las intenciones y persuasiones de la publicidad, que les inventan más y más necesidades. Al verse limitadas y fuera del rango social al que quieren pertenecer, recurren a medidas extremadamente peligrosas para su bienestar físico y psicológico.

Uno de los mecanismos a los que recurren quienes se sienten aislados y excluidos de la sociedad en la que vivimos, es utilizar medicamentos como ayuda para bajar de peso y mantenerse en la delgadez extrema, generando una obsesión en el paciente. Por consiguiente, la salud de los mismos se pone en riesgo al comercializarse. 

Con ayuda del mejor amigo del mercado, el marketing, un producto maligno para la integridad de una persona, resulta rentable en materia económica, a costa de poner en peligro a los consumidores. Supongamos que sale a la venta un nuevo producto llamado “Fat Burner”. Su comercial incita a su compra y muestra un falso “antes y después” de una mujer que ha decidido iniciar su consumo. Su “antes” la demuestra con un evidente sobrepeso, y su “después”, con un cuerpo en forma. Lamentablemente, son muchos los consumidores que caen en el juego de los publicitarios y comienzan a tomar tales medicamentos. Sin embargo, de lo que no se hace mención es de las contraindicaciones que pueden surgir al ingerir tal producto. Otra vez, se prioriza el dinero por sobre el bienestar de la población.

Por otro lado, no solo la industria farmacéutica toma ventaja de la situación. La moda y su significado en cuanto al status social, fomenta el desarrollo de los trastornos de la conducta alimentaria. En la cotidianidad estamos inmersos en un universo de modelos extremadamente delgadas, con talles pequeños que no hacen más que fomentar la idea de un “cuerpo perfecto” inexistente. 

Como sociedad, tenemos tan arraigado tal concepto, que resulta difícil aceptar a quien no cumple con las reglas del juego establecidas. Así, inicia un ciclo que se autoalimenta. Una persona al mirarse al espejo debería aceptarse tal cual es, y no planear de qué manera puede eliminar la grasa de su organismo. El paciente puede querer bajar de peso para sentirse más ágil o liviano, por cuestiones de salud. Pero cuando este pensamiento traspasa los límites, se vuelve una amenaza para el cuerpo y la mente.

Según un estudio realizado por Mervat Nasser, psiquiatra respaldado por el Kings College situado en Londres, en Argentina, un 29% de la población posee algún tipo de desorden alimenticio, posicionándola en segundo lugar a nivel mundial en cuanto a países con mayor número de personas que atraviesen un TCA. El mismo estudio indica que de dicha cifra, 1 de cada 100 mujeres posee un cuadro de anorexia, los cuales, en su mayoría, son adolescentes. 

Si bien esta situación es alarmante, no es una novedad para nadie. Mucho menos para ONGs como ALUBA, Asociación de Lucha contra la Bulimia y la Anorexia; ADANER, Asociación en Defensa de la Atención a la Anorexia Nerviosa y Bulimia; y para APTA, Agrupación de ayuda para las Personas con Trastornos Alimenticios; entre otros. Su principal objetivo es generar un espacio de contención para el paciente y que el mismo sienta acompañamiento durante su recuperación.

Frente a esa preocupante situación, no es posible que permanezcamos de brazos cruzados. Cada uno de nosotros puede aportar ayuda, por más mínima que resulte. Es sumamente importante que se fomente la tolerancia y la aceptación hacia todo tipo de cuerpos, eliminando así un concepto falso llamado “perfección”. A su vez, crear una rutina alimentaria ayudará a que la misma no entre en desorden. De esta manera, no solo se organizarán las comidas, sino que también se priorizará la salud de cada persona.

Estos serán los primeros pasos para que en un futuro cada vez estemos más cerca de poder erradicar la anorexia y la bulimia. Todo gran cambio comienza con un simple paso. No olvidemos que la salud de la población está en riesgo. Todos podemos ayudar. 

Por Belén Mansanta